Este lunes 13 y martes 14 de marzo el Santuario diocesano de la divina misericordia se convirtió en la casa que hospedó la reliquia de la Santa Laura Montoya para ser venerada por los fieles de la diócesis de Fontibón.

Esta reliquia fue traída gracias a la gestión del padre rector del santuario, Jesús Hernán Orjuela y a la acción concreta de la hermana misionera Laurita, Gudy Vásquez.

Durante la tarde del lunes, se realizó la Coronilla de la Divina Misericordia y a las 7:00 p.m. se llevó a cabo la Sagrada Eucaristía presidida por Monseñor Juan Vicente Córdoba. La comunidad también tuvo la oportunidad de asistir a la veneración del día 14 de marzo, a la vez que se celebraron dos Eucaristías por el día del Señor de los Milagros.

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¿Por qué venerar reliquias de santos?

La costumbre cristiana de venerar reliquias tiene a sus espaldas siglos de historia. Con estos objetos muchos bautizados recuerdan a hombres y mujeres de todos los tiempos que han testimoniado, de modo especial, su amor a Cristo y su fidelidad a la fe.

El Concilio Vaticano II recogió la doctrina católica sobre las reliquias en la Constitución sobre la liturgia “Sacrosanctum Concilium”: “De acuerdo con la tradición, la Iglesia rinde culto a los santos y venera sus imágenes y sus reliquias auténticas. Las fiestas de los santos proclaman las maravillas de Cristo en sus servidores y proponen ejemplos oportunos a la imitación de los fieles” (Sacrosanctum Concilium n. 111).

Así mismo, el Papa Benedicto XVI explicó, a partir de las enseñanzas de San Juan Damasceno, que los católicos veneran “las reliquias de los santos sobre la base de la convicción de que los santos cristianos, al haber participado en la resurrección de Cristo, no pueden ser considerados simplemente como ‘muertos’”. (Audiencia general del 06 de mayo de 2009).

¿Quién es Santa Laura Montoya?

La Madre Laura Montoya Upegui, nació en Jericó, Antioquia, pequeña población colombiana, el 26 de Mayo de 1874, en el hogar de Juan de la Cruz Montoya y Dolores Upegui, una familia profundamente cristiana. Recibió el sacramento del Bautismo cuatro horas después de su nacimiento. El Padre Evaristo Uribe, párroco de Jericó, le dio el nombre de María Laura de Jesús. Dos años tenía Laura cuando su padre fue asesinado, en cruenta guerra fratricida por defender la religión y la patria. Dejó a su esposa y sus tres hijos en orfandad y dura pobreza, a causa de la confiscación de los bienes por parte de sus enemigos. De labios de su madre, Laura aprendió a perdonar y a fortalecer su carácter con cristianos sentimientos. La idea, el conocimiento y el amor de Dios despuntaron en su alma desde tierna edad en dos experiencias místicas a las ella llamó el Golpe del hormiguero y el golpe del banco, las cuales relata en su autobiografía. Dios se le dio a conocer en hondas experiencias trinitarias que la llevaron en continua ascensión hasta las alturas de la mística. Así se expresa en sus años postreros:

“Me parecía que mi ser se quemaba y se encendía en un amor de adoración tal, que se iba destruyendo al calor e impulsos de este amor”.
Ante el absoluto de Dios, la Madre experimenta la nada de su ser de criatura: “Mi nada es mi descanso delante de tu grandeza”. Característica de su espiritualidad es vivir en perenne adoración.
Desde sus primeros años, su vida fue de incomprensiones y dolores. Supo lo que es sufrir como pobre huérfana, mendigando cariño entre sus mismos familiares. Aceptando con amor el sacrificio, fue dominando las dificultades del camino. La acción del Espíritu de Dios y la lectura espiritual especialmente de la Sagrada Escritura, la llevaron por los caminos de la oración contemplativa, penitencia y el deseo de hacerse religiosa en el claustro carmelitano. Tenía sed de Dios y quería ir a El “como bala de cañón”.
Esta mujer admirable crece sin estudios, por las dificultades de pobreza e itinerancia a causa de su orfandad, hasta la edad de 16 años cuando ingresa en la Normal de Institutoras de Medellín, para ser Maestra Elemental y de esta manera ganarse el sustento diario. Sin embargo, llega a ser una erudita en su tiempo, una pedagoga connotada, formadora de cristianas generaciones, escritora castiza de alto vuelo y sabroso estilo, mística profunda por su experiencia de oración contemplativa.

Santa Laura, experimentó el dolor profundo de la terrible situación en la que se encontraban los indígenas y afrodescendientes, a lo que llamó “MI LLAGA” bien sabía ella, que estos hermanos y hermanas partían de este mundo sin conocer a su Padre y Creador, al Dios que ansiosamente los esperaba para realizar a plenitud de su obra y fin para el cual habían sido creados, para una vida feliz, para la salvación eterna.

La gestación de la obra, esperó el momento de su iniciación deseada con cinco compañeras y entre esas cinco estaba su propia madre carnal doña Dolores Upegui. La Madre Laura, inició la obra anhelada por la que suspiró tantos años, en medio de las dificultades, contrariedades y hasta calumnias. Más tarde dicha obra fue acogida con “alma, vida y corazón” por el Excelentísimo Monseñor Maximiliano Crespo, Arzobispo de Santafé de Antioquia, aprobada, en medio de una naturaleza que les brindó el dulce canto de las aves, el verdor de la vegetación robusta y fuerte y con el calor del trópico de Dabeiba – Antioquia, Colombia, que contagiaba alegría, gozo y esperanza.

En 1914 apoyada por monseñor Maximiliano Crespo, obispo de Santa Fe de Antioquia, funda una familia religiosa: Las Misioneras de María Inmaculada y Santa Catalina de Sena, obra religiosa que rompe moldes y estructuras insuficientes para llevar a cabo su ideal misionero según lo expresa en su Autobiografía: Necesitaba mujeres intrépidas, valientes, inflamadas en el amor de Dios, que pudieran asimilar su vida a la de los pobres habitantes de la selva, para levantarlos hacia Dios. Ver más.